LA CARRETERA de CORMAC Mc CARTHY

TÍTULO: LA CARRETERA
AUTOR:  CORMAC Mc CARTHY
GÉNERO: NOVELA POST-APOCALÍPTICA, DISTOPÍA
EDITORIAL: DEBOLSILLO
PÁGINAS: 216

SINOPSIS: 

En un mundo apocalíptico donde llueve ceniza, un hombre y un chico cruzan a pie el territorio norteamericano en dirección al sur. El hambre es mucho más que una preocupación diaria: es la medida de todas las cosas, y las bandas de caníbales asolan el país convertido en un yermo donde solo la barbarie ha echado raíces. El amor de un padre por su hijo es, sin embargo, la única luz de una tierra que ha perdido a sus dioses. Quizá el fuego de la civilización no se haya apagado para siempre.

Mi opinión

¡Hola, mis queridos amigos! 🌞🌷¿Cómo les va el día de hoy? Espero muy bien. Hoy les traigo la reseña del libro: La carretera de Cormac Mc Carthy, una lectura que me mantuvo en vilo a través de sus páginas y me dejó un mensaje para reflexionar. 

Dicho esto, empecemos la reseña: 

En un mundo totalmente destruido, un padre y su hijo, caminan a través de la carretera en su afán por sobrevivir. Ambos sabían que sería imposible sobrevivir un invierno más, por lo que sabían que debían seguir adelante, hacia el sur.

Al amanecer, tanto el padre como el hijo, toman las pocas pertenencias que les quedan: sus mochilas, una lamparita, una pistola, una lona para protegerse de la lluvia, mascarillas y gafas protectoras, todo lo ponen dentro de un carrito de supermercado. Hecho esto, es hora de emprender la caminata, una carretera desierta y fría los espera. 

A pesar de su corta edad, el hijo ya estaba acostumbrado a estas largas caminatas y aunque el hambre y el miedo estaban siempre presentes, sabe que debe seguir y acompañar a su padre.

Mientras caminaban, encontraban campos totalmente devastados, troncos de árboles sin ramas y totalmente calcinados, vallas publicitarias desgastadas por el tiempo y ciudades quemadas. 

Las tiendas por donde pasaban habían sido desvalijadas tiempo atrás, muchas de ellas ya no tenían ventanas, los cajones y papeles estaban tirados por el piso y la ceniza estaba por todos lados. 

Lo mismo pasaba al pasar por casas y supermercados, buscaban algo que les sea de utilidad, aunque casi todo ya estaba destruido o no había nada.

En los ríos se podían ver embarcaciones semihundidas y ceniza por doquier. Comían lo poco que encontraban y con la ayuda de los prismáticos, podían observar desde la carretera si había alguna señal de vida. 

Cuando ya estaba por oscurecer, buscaban un lugar donde podían pernoctar y se acurrucaban para soportar el frío, acompañados de una lámpara y una fogata, que les ayudaba a no morir congelados.

"¿Puedo preguntarte una cosa?, dijo.

Naturalmente.

¿Nos vamos a morir?

Algún día. Pero no ahora.

Y todavía vamos hacia el sur.

Sí".

De cuando en cuando, los recuerdos venían a la mente del padre y recordaba días de su infancia, en las que las cosas simples, como ir en bote en el lago con su tío, ahora se volvían recuerdos mágicos, de un mundo que ya no existía más. 

"Allí donde todo estaba quemado hasta las cenizas era imposible encender una lumbre y las noches eran más largas y oscuras y frías que las que habían encontrado hasta ahora. Un frío como para agrietar las piedras. Como para quitarte la vida. Abrazó al chico que tiritaba y contó cada frágil respiración en medio de la negrura". 

Fantasías diurnas lo asaltaban de cuando en cuando, el recuerdo de su mujer y del día en que nació su hijo, recuerdos que venían a su mente como una película, pero ahora eran solo eso, recuerdos de un mundo lejano y muy diferente, pues el mundo se había convertido en un lugar terrible para vivir.

En una ocasión, encontraron a un sobreviviente, de aspecto quemado terrible y aunque en otras épocas lo hubieran ayudado, ahora era imposible. No podían compartir lo poco que tenían, porque morirían de hambre.

"Papá, susurró, ¿Qué le pasa a ese hombre?

Lo ha alcanzado un rayo.

¿No podemos ayudarle, papá?

No. No podemos. El chico seguía tirándole de la chaqueta. Papá, dijo.

Basta ya.

¿No podemos ayudarle?

No. No podemos. No se puede hacer nada por él".

Un día, llegaron a una casa de madera con chimeneas, esa era la casa donde el padre había crecido y aunque estaba destruida, le traía gratos recuerdos de su niñez. El padre fue contándole a su hijo, cuando disfrutaban la navidad en el comedor, le mostró el dormitorio donde dormía de niño y la mesa donde estudiaba junto a sus hermanas. 

Siguieron su camino, trataban de dormir tapados con las pocas mantas que tenían, muchas veces observaban la nieve, mientras el frío se apoderaba de ellos. Para ellos, solo existía el día y la noche, no tenían certeza en qué mes estaban, solo tenían en la cabeza llegar al sur, aunque no sabían si sobrevivirían o morirían en el intento.

A veces se encontraban a grupos de personas, todos barbudos y mal vestidos para el frío y algunas de las mujeres estaban embarazadas. Ellos se escondían y los miraban pasar hasta que se alejaban.

"Querías saber qué pinta tenían los malos. Pues ya lo sabes. Podría ocurrir otra vez. Mi deber es cuidar de ti. Dios me asignó esa tarea. Mataré a cualquiera que te ponga la mano encima. ¿Lo entiendes? Sí".

Y es que había mucha gente perversa, por lo que debían tener cuidado, puesto había todo tipo de personas, buenas y malas, por lo que tenían que estar preparados para correr por sus vidas si era necesario, ya que no solo podían robarles sus pertenencias, también podían matarlos para comérselos. Eso ponía muy nervioso al hijo, pero aún así, famélico y muerto de miedo, tenía que continuar su camino.

El chico siempre le mencionaba que ellos eran de los buenos y no los malos que iban comiendo gente.

La carretera se hacía eterna, la oscuridad, el frío y el hambre se apoderaban de ellos y así era cada día y cada noche, llevándolos al límite de su resistencia.

"Tenemos que parar, dijo.

Hace mucho frío.

Lo sé. 

¿Dónde estamos? 

¿Qué dónde estamos? 

Si.

No lo sé.

Si estuviéramos a punto de morir ¿me lo dirías?

No sé. Pero no estamos a punto de morir".

Una carretera...Un padre...Un hijo...

Con un estilo único y particular, Cormac Mc Carthy nos entrega una historia desgarradora, llena de emociones. Es así que el libro nos lleva a un viaje interminable de un padre y su hijo por la carretera, en medio de un mundo devastado y terrorífico. 

Gracias a la gran pluma del autor y a las maravillosas descripciones, nos permite imaginarnos con facilidad, este mundo desolado y destruido, en donde nuestros protagonistas luchan por sobrevivir.

"Cuando sueñes con un mundo que nunca existió o con un mundo que no existirá y estés contento otra vez entonces te habrás rendido. ¿Lo entiendes? Y no puedes rendirte. Yo no lo permitiré".

Algo que me gustó mucho de esta lectura, es el maravilloso vínculo que existe entre el padre y su hijo. El autor logra transmitirnos los sentimientos de cada uno de los protagonistas y ser testigos de su angustia, de sus miedos y del gran amor que tienen uno por el otro. 

En ningún momento mencionan lo que pasó en la tierra y el porqué se llegó a ese punto, en el que el mundo es un lugar terrible, lo que me lleva a imaginar muchas cosas, que pueden llevar a la destrucción de nuestro planeta. Estoy segura que este libro, dejará reflexionando a más de uno.

Con respecto al final, solo diré esto: emotivo.

Recomiendo esta lectura, a los que disfrutan leer distopías y estén dispuestos a atravesar de la mano del autor, esta carretera sin final.

Espero muchos se animen a leer este libro.

¡Un beso a todos!  😘🌷