CIEN CUYES de GUSTAVO RODRÍGUEZ

TÍTULO: CIEN CUYES
AUTOR:  GUSTAVO RODRÍGUEZ
GÉNERO: NOVELA TRAGICÓMICA
EDITORIAL: ALFAGUARA
PÁGINAS: 260

SINOPSIS: 

En un barrio residencial de Lima con vistas al mar languidecen unos ancianos de clase acomodada. Frasia, acuciada por sus necesidades económicas, pues tiene que sacar adelante a su hijo Nico, se ha ido convirtiendo en compañía imprescindible para algunos de ellos. Si consiguiera juntar diez cuyes, el dinero para comprar diez conejillos de Indias, podría, según le dijo siempre su tío, empezar una nueva vida. 

Así, todos los días cruza la ciudad en transporte público para asistir a Doña Bertha, que además de ayuda doméstica necesita un apoyo extra porque en los últimos tiempos anda baja de ánimo y casi no tiene contacto con su hija. Frasia es muy buena en eso, y es tanta la fama de su buen hacer que en poco tiempo empieza a trabajar, en el mismo edificio, para Jack Morrison, médico jubilado y viudo, aficionado al jazz y al whisky e inmerso en una soledad que le oprime el alma. Algo más tarde también lo hará en la residencia del barrio, donde un grupo de residentes han formado una familia que se hace llamar «los siete magníficos». Sin embargo, a pesar de los cuidados de Frasia, para todos estos personajes los días siguen cayendo pesadamente en una rutina de medicamentos, comidas sosas a horas fijas, telefilmes, achaques y alguna que otra charla, en la que con frecuencia tienen muy presente el final de sus existencias. Frasia lo sabe, y también sabe que su estrecha relación y la confianza que ha logrado establecer con ellos acabará llevándola a una encrucijada.

 «Cien cuyes es una novela tragicómica, situada en la Lima de hoy, que refleja uno de los grandes conflictos de nuestro tiempo: somos sociedades cada vez más longevas y cada vez más hostiles con la gente mayor. Paradoja que Gustavo Rodríguez aborda con destreza y humor. Un libro conmovedor cuyos protagonistas cuidan, son cuidados y defienden la dignidad hasta sus últimas consecuencias».

Mi opinión

¡Hola, mis queridos amigos! 😀🌷🌞📚 Espero se encuentren muy bien y siempre disfrutando de sus lecturas. Hoy les traigo la reseña del libro Cien Cuyes de Gustavo Rodríguez. Una lectura conmovedora, tierna y melancólica, que me mantuvo enganchada a sus páginas, mientras reía, me emocionaba y derramaba una que otra lágrima.

Este libro es ganador del Premio Alfaguara de Novela 2023, por lo que con tan buena presentación, no podía dejar de leerlo y aquí les va mi humilde opinión sobre esta lectura.

Empecemos...

La historia nos presenta a Eufrasia Vela, a quien cariñosamente llaman Frasia, tomando el tren que la lleva a su trabajo como cuidadora de ancianos.

Eufrasia vive con su pequeño hijo Nicolás y su hermana Merta, quien siempre la ayuda en la crianza de su hijo.

Frasia trabaja con Doña Carmen en el acomodado barrio de Miraflores. Recientemente había sufrido un accidente, en la que se fracturó la cadera y debido a su avanzada edad, las heridas eran más difíciles de curar. Desde ese día, Doña Carmen se había vuelto dependiente, algo con lo que ella siempre había luchado.

El apartamento de Doña Carmen quedaba cerca de donde había vivido Mario Vargas Llosa, cosa que le gustaba a Eufrasia, ya que sentía que estaba en un lugar único e importante y hasta se sentía como un personaje secundario de sus libros.

Eufrasia sabía cómo habían llegado a vivir a ese apartamento y es que les hicieron una oferta que no pudieron rechazar: dinero y un apartamento en el nuevo edificio. Antes Doña Carmen solía mirar por su ventana, deleitarse con el maravilloso paisaje del mar de Lima, imponente y majestuoso, mientras los pájaros, los surfistas, los botes y veleros paseaban, pero todo eso había quedado atrás para ella, ya que ahora solo había una pared fría y ploma.

“Perder esa ventana había sido casi como perder los ojos y quién sabe si más doloroso que haberse roto la cadera.

Quizá por eso, mientras Eufrasia agitaba la proteína geriátrica junto al horno de pan, la pregunta tonta que se acababa de hacer le dejó un resabio el resto del día, la inquietud de responderse qué sería de su vida si de pronto el destino la condenara a pasar sus días en un tren sin ventanas”.

Fotos del pasado de Doña Carmen, inundaban las paredes. Fotos de su esposo Don Alejo y de la partida a Estados Unidos de su hijo Eduardo o Eduardito, como cariñosamente lo llamaba.

Eufrasia se encargaba con amabilidad de cuidar a Doña Carmen, tratando que recupere las ganas de vivir y es que después de “la caída” todo había cambiado.

Además de cuidar a Doña Carmen, Eufrasia cuidaba dos veces por semana a Doña Pollito, pero pronto se enteraría que Doña Pollito vendería su casona y se iría a vivir a un asilo, sin duda, un futuro nada bonito.

Esto le preocupaba a Eufrasia, ya que esto significaba que dejaría de recibir ese dinero con el que ya contaba. Por lo que se le ocurrió una idea, ofrecer sus servicios al apartamento de al lado y así su presupuesto no se vería afectado.

Jack Harrison vivía a ocho metros del departamento de Doña Carmen, tenía una parálisis facial, por lo que usaba unos esparadrapos para sostener su cara. Había sido médico y pasaba su tiempo lidiando con las dificultades que traía su enfermedad.

“Llega una edad en que la felicidad consiste en que nada te duela demasiado.”

Algunas veces, conversaba con una botella de Old Parr, ya que lo ayudó a sobrellevar muchas cosas que le pasaron durante su vida. Y es que los recuerdos lo asaltaban una y otra vez, recuerdos de su esposa Consuelo, de su hija Sandra, de los lugares que había visitado, de su época de juventud mientras estudiaba para convertirse en médico, de los amigos que ya se habían ido, todo aparecía cual película que no tenía fin.

“Deberíamos hablar de la muerte con la misma naturalidad con que hablamos del nacimiento. ¿Te has dado cuenta de cómo nos inventamos maneras de no nombrarla? «Fulano ya no está con nosotros». «Pasó a otro plano». «Trascendió». «Ahora duerme el sueño de los justos». ¡Murió, carajo! Así como dijimos que Fulano se orinó, que se cagó, que vomitó, que transpiró.”

Es así que, Eufrasia empezaría a trabajar para él y esto traería un cambio en la vida del médico.

No tan lejos de ahí, Doña Pollito llegó a la Residencia que se convertiría en su nuevo hogar. Margarita, la encargada de atenderlos, le iba mostrando cada ambiente de la residencia. Los caballeros que se encontraban en medio de una conversación, no dudaron en amablemente presentarse ante ella, a lo que ella respondía con amabilidad soy Leticia, pero pueden llamarme Pollo.

Doña Pollito muy pronto se sintió bienvenida, es así que conocería a Tío Miguelito, quien había sido surfista, a Tanaka, quien entretenía a todos con sus fantásticas historias, a Ubaldo, a Sanguinetti, a Hernández y Fernández.

Todos trataban de entretenerse con juegos de mesa, gastándose una que otra broma y escuchando las historias de épocas mejores, evitando pensar en cosas feas.

“Cuando somos jóvenes, todos sabemos que nos vamos a morir, pero se trata de un saber intelectual. Todos sabemos que hay estrellas más grandes que el sol y que eso es irrefutable, pero saberlo no nos afecta. Porque no las vemos. Porque no nos absorben con su masa. Porque no nos queman de cerca”.

Doña Pollito encajó muy bien en el grupo, tanto así que se hacían llamar Los Siete Magníficos, en honor a una película de pistoleros.

Los siete amigos, se acompañaban y apoyaban en un pacto tácito, pues todos estaban en el mismo barco, el barco de la vejez que indudablemente lleva a la muerte.

 Una extraña fraternidad, difícil de romper, se fue creando entre todos, un sentimiento fue creciendo dentro de cada uno de los residentes del asilo, así como también creció en su momento, dentro de Doña Carmen y Jack Harrison.

Todos con un personaje en común: Eufrasia.

“Envejecer es... —Tanaka dudó si soltar la palabrota— una mierda.”

Vejez…Soledad…Muerte

El libro consta de treinta capítulos, los cuales se leen con facilidad y enganchan al lector.

Con un ritmo fluido, que no decae y descrito de una manera precisa y conmovedora, Gustavo Rodríguez, logra meternos dentro de la piel de cada uno de los personajes, tan únicos, pero al mismo tiempo, tan parecidos entre sí.

El autor consigue que el lector empatice con cada uno de ellos, comprendiendo el porqué de sus decisiones, al sentir su frustración y enojo, por la vida que se acaba y se les va de las manos. Y es que hablar de la vejez, de la muerte digna y la desesperanza, no es nada fácil.

Las escenas graciosas hacen que por momentos nos olvidemos de lo que realmente está pasando y de lo que estamos siendo testigos, pues no es algo que se tome a la ligera.

Varios de los personajes secundarios, van tomando relevancia a medida que avanza la historia. No puedo dejar de mencionar, los disparatados y cómicos diálogos de Eufrasia, que, dentro de todo, me sacaron muchas sonrisas y una que otra carcajada, en medio de la disyuntiva de hacer lo que era correcto o dejar que la vida se encargue de todo.

Algo que se nota desde la primera página, son las clases sociales tan marcadas de la sociedad limeña, lo que da una idea, de como funciona la sociedad en la que vivimos. Y aunque exista esta desigualdad social, ricos y pobres llegan a convivir y hacer amistad, como en este caso.

Ambientada en la ciudad de Lima, hacen de esta, una historia conmovedora de un grupo de personas, que fueron unidas por el azar del destino y que, sin querer, se convirtieron en cómplices de un acto de amor y dignidad.

El mar de Lima se convierte en un personaje más y para los que no han visitado esta ciudad, deben saber que, en las épocas de verano, el sol y los atardeceres regalan un espectáculo maravilloso, pero, durante el invierno, el cielo se torna gris y la neblina inunda cada rincón de la ciudad, regalándonos un ambiente lleno de melancolía, de ahí, creo yo, radica la sensibilidad que transmite el autor.

“Cuando uno se muere, uno se acaba para el mundo, pero el mundo también se acaba para uno.”

 Las referencias a la música de antaño, a escritores y a frases célebres, inundan las páginas de este libro.

El recuerdo de una Lima que se va, mientras las olas del mar se alejan y los enamorados se toman de las manos, mientras admiran la maravillosa vista de la bahía de Miraflores y como fondo musical se escucha Mas como has hecho de Domenico Modugno, hacen que, con facilidad, nos sintamos conmovidos con la historia de vida de cada uno de los personajes.

Si gustas de historias que nos hablen del ayer, que conmueven y nos saquen una que otra sonrisa, esta lectura es para ti.

Espero se animen a disfrutar de este maravilloso libro.

¡Un beso a todos! 😘💙